En el Campeonato de Europa de 1995, en el que España se colgó la medalla de plata, hubo una actuación que no pasó desapercibida para nadie resultando clave en el acceso de España a la final. Se trata de la defensa de Eustaquio Mira sobre el cerebro holandés Vanderlinden en semifinales, que unida al buen hacer de todo el equipo permitió a la armada española jugar su única final continental de la historia.
Mira era un jugador de “raza” e intensidad, con un carácter ganador que transmitía al grupo en cada uno de los equipos en que militó durante su dilatada carrera deportiva que alcanzó los 30 años.
Como tantos otros deportistas de la época, Eustaquio, camero de nacimiento, tuvo su primer contacto con el deporte adaptado en la Institución de San Juan de Dios de Alcalá de Guadaira en la que estuvo interno después de haber pasado por el centro del sevillano barrio de Nervión. Posteriormente, cuando sus padres lo enviaron a estudiar dos años a Albacete bajo la tutela de la Asociación Nacional de Incapacitados Civiles (ANIC), se enroló en el equipo de balonmano, deporte en el que destacaba pero que cambió por el de la canasta a su regreso a Sevilla.
La vida está llena de casualidades, y por caprichos del destino comenzó a trabajar en una zapatería en el barrio de “Bami”, muy próxima al Hospital Virgen del Rocío. A su vez, un día vio por televisión unas imágenes del equipo de baloncesto de dicho hospital jugando en Jerez de la Frontera y esta circunstancia despertó su interés. Dada la cercanía de su trabajo con el centro preguntó en la institución y le pusieron en contacto con Antonio Jiménez Cano pasando a formar parte de su plantilla.
Con tan solo 15 años, el joven Mira cayó de pie en el Virgen del Rocío, de forma que sería campeón de la Liga Nacional 76/77 repitiendo en la 77/78 en la que además lograrían la Copa del Rey. Esta competición sería en la que más brillaría el cuadro sevillano, participando Mira activamente en la consecución de los triunfos de las ediciones de 1982, 1985 y 1987, quedando en segundo lugar en las de 1980, 1981 y 1983. En la liga obtendría su tercer título en la 87/88 quedándose en puertas en cuatro ocasiones (79/80, 80/81, 81/82 y 82/83).
En 1988, Mira ya era un jugador contrastado e internacional, de forma que cuando Miguel Pérez y Antonio Delgado Palomo pusieron en marcha el proyecto de creación del CD ONCE Sevilla, el camero fue una de las piezas más codiciadas para incorporar al conjunto auriverde. El fichaje de Eustaquio se materializó justo antes de viajar a sus primeros Juegos Paralímpicos de Seúl’88 conllevando su incorporación laboral a la ONCE como vendedor del cupón.
En el ONCE Sevilla, Eustaquio militó desde la temporada 1988/1989 a la 2003/2004, pasando por diferentes etapas en cuanto a su influencia en el juego. En un principio su aportación fue clave en los dos ascensos consecutivos que llevaron al equipo de tercera a Primera División, entonces la máxima categoría, en sus dos primeros años de existencia. Ya en la élite nacional Mira formaba parte del quinteto mágico en el que le acompañaban Diego de Paz, Luis Albelda, Pepe Cobos y “el gitano” Delgado. En su primera temporada alcanzarían la tercera posición final, y en las posteriores enlazarían tres títulos de liga desde la 91/92 hasta la 93/94 y las copas del Rey de 1992 y 1994, siendo subcampeones en 1993. Cinco títulos de seis posibles.

Partido del ONCE Sevilla, temporada 94/95
Con la aparición del Fundosa de Madrid, la marcha de Diego de Paz y Pepe Cobos a la capital de España y el “descenso” del ONCE de Sevilla como consecuencia de la cesión de la plaza al club emergente, Mira se queda como líder del equipo y alrededor de él se reconstruye poco a poco. Esa situación le servirá para seguir creciendo en facetas que antes no asumía, como son la dirección del juego y el lanzamiento exterior, incluidos triples. A su vera emergen nombres con Lorenzo Envó o Gavira que mas tarde emigrarán de Sevilla.
En la segunda época dorada del ya renombrado ONCE Andalucía volvió a proclamarse campeón de liga en la 2002/2003 y la 2003/2004, quedando subcampeón en la 2000/2001 y la 2001/2002. También contribuiría a sumar otras dos Copas de S. M el Rey a las vitrinas del club sevillano en 2002 y 2004, pero disfrutando de menos minutos y sin que su aportación fuera tan vital, recayendo muchos minutos en el retornado Diego de Paz, Lara, Vargas, Navarro y un jovencísimo Israel Sánchez.

Selección española medalla de plata en París’95
De esta forma emprendió un nuevo proyecto en el incipiente CD Vistazul de Dos Hermanas, donde aportó su experiencia y clase desde la temporada 2004/2005 en Primera División, segundo escalafón estatal, por debajo de la División de Honor, siendo en el club azulón donde terminará su vida deportiva.
Con 8 ligas y 8 Copas de S. M. el Rey en su palmarés, Eustaquio fue un fijo en la selección nacional en los 90. Debutó con la equipo sub 22 en el encuentro frente a Italia celebrado en Roma en 1982 y posteriormente con la absoluta en los partidos amistosos que la selección disputó contra Estados Unidos con motivo del Mundial’86.
Con la camiseta nacional alcanzaría 124 internacionalidades disputando 3 juegos Paralímpicos, Seul’88, Barcelona’92 y Atlanta’96; 2 mundiales, Albertville’94 y Sidney’98; y 7 Campeonatos de Europa, Lorient’87, CharlevilleMeziers’89, Ferrol’91, Berlín’93, París’95, Madrid’97 y Roermond’99, destacando la citada medalla de plata en el europeo de París y el cuarto puesto en los Juegos Paralímpicos de Atlanta’96.

Equipo español en los JJPP de Seul.
El fracaso en el europeo de Holanda en 1999, donde España no lograba la clasificación para las Paralimpiadas de Sidney 2000, conllevando además el descenso de división continental, supuso su despedida del combinado nacional tras vivir la hasta entonces etapa más laureada del baloncesto en silla de ruedas español.
En 2009 se produciría su retirada definitiva como consecuencia de unos problemas de salud, dejando atrás una etapa en la que forjó un currículum impecable. De sus orígenes en el Virgen del Rocío al Vistazul de Dos Hermanas, pasando por el club en el que encontró su punto más álgido, el ONCE sevillano, Mira siempre fue jugador de carisma y carácter; de calidad y entrega. Con el paso del tiempo, en él se pierde el recuerdo del niño que cruzó el Guadalquivir desde su Camas natal, tierra de maestros de la tauromaquia, hasta Sevilla para quedar encandilado por el baloncesto de las cuatro ruedas.
Deja una respuesta